Bien sabemos o más bien asimilamos como cierto el hecho de que somos y existimos, mas, si bien somos entes autárquicos que poseemos la maravillosa facultad de gobernar sobre una parte de nosotros mismos, capaces de deliberar, razonar, abstraernos y proyectarnos, somos seres circunstanciales, limitados y rendidos ante una forma de existencia restringida, definida por las leyes que gobiernan y moldean el mundo del cual -de un día para otro- comenzamos a formar parte, y del que del mismo modo dejaremos de hacerlo. Luego, somos esclavos de una -la nuestra- efímera circunstancia.
·
Dicha circunstancia intrigante, fascinante, que nos limita a ser lo que somos -por consiguiente a no ser lo que no somos-, es conocida como la circunstancia vida, y lo paradógico es que si bien esclavos de aquélla (nacidos condenados a morir cuando ya no seamos funcionales), hemos aprendido poco a poco a dominarla, utilizando las herramientas que nos ha ido acoplando azarosamente en nuestro genoma como fruto de su relativa selectividad. Somos lo que la circunstancia vida nos ha hecho, y si lo somos es o porque simplemente lo somos, o porque talvez debemos serlo. (Nota: En algún otro momento me referiré al carácter deontológico de la circunstancia vida).
·
Ahora, el devenir puede ser construido conforme dominamos nuestra circunstancia, conforme la conocemos y la aprovechamos. Como esclavos -favorecidos- de la circunstancia vida, pudiéramos seguir dos sendas de evolución: La primera, intentar poco a poco independizarnos de dicha circunstancia (y ya hemos comenzado a hacerlo al constituirnos como un linaje con dominio consciente y poderoso), hasta el punto de no depender más que de nosotros mismos para ser y para existir; la segunda, ser fieles a aquélla, extender su dominio más allá de lo que podría por sí sola, y al hacerlo aumentar nuestro dominio propio, pues somos parte de ésta. Si lográramos independizarnos del hecho de estar vivos, pero aún así seguir siendo y existiendo, es porque habríamos seguido la primera senda; si por otra parte lográramos llevar y controlar la vida hacia y en otros mundos, hacerlos habitables, extender la longevidad de un linaje, o aumentar la funcionalidad de ciertas formas vivas, estaríamos -estamos- siguiendo la segunda. Es de comprender que podemos seguir ambos caminos en tiempos diferentes.
miércoles, junio 28, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
¿qué senda estás siguiendo tú?
saludos...
La segunda, me debo a la vida por el solo hecho de estar vivo. Por lo demás, no poseo ni la osadía ni el dominio de las infinitas variables -que se han de controlar- como para independizarme de la circunstancia vida, y seguramente si lo intentara, al acercar peligrosamente mi medio (cuerpo orgánico viviente) con mi fin (independizarme de mi circunstancia), yo, como ego (ser circunstancial), me extinguiría sin lograrlo.
Publicar un comentario