lunes, julio 31, 2006

Lo deóntico de vivir.

Comentaré brevemente el porqué considero al hecho de vivir un deber para el que es parte de la circunstancia vida.
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La vida, por el hecho de ser un evento circunstancial aislado, de una extensión material infinitesimal en el vasto Universo conocido, posee un carácter de circunstancia de poca o nula probabilidad de volver a repetirse tal y como se le conoce por causa natural. Aquel individuo que se configura como miembro de un linaje bionte, por ser único en su estructura y organización material, tiene el deber biológico de reproducir lo más fielmente su genoma y de hacer lo que esté a su alcance para evitar que su circunstancia taxonómica y sistemática particular perezca, además de ocupar lentamente los espacios o nichos ecológicos que aún no han sido dominados, que fueron desocupados o que todavía pueden tener cupo de dominio.
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Mas, el vivir no es el único deber biológico. El morir y el matar son necesarios para mantener los equilibrios poblacionales, los de relaciones presa-depredador, devolver la materia de los individuos al ambiente para que otros puedan utilizarla, y para seleccionar sólo a los que garantizan mayor probabilidad de extender la circunstancia. Por lo mismo, en el caso humano, si bien deontológicamente necesitamos vivir, expandir la vida y dominar, así también debemos darle la bienvenida a la muerte.
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Asimismo, un individuo humano que no desea cumplir con su deber biológico de estar y mantenerse vivo, si bien falta como individuo a su deber de vivir, puede justificarse en la colectividad, dependiendo si dicha población humana es o no suficiente como para mantener un número que garantice éxito reproductivo. Luego, si dicho individuo se quita la vida, no debería ser éticamente incorrecto y no estaría faltando a su circunstancia. El hecho de matar y/o matarse sería éticamente correcto desde una deontología biológica si en esa muerte garantizamos supervivencia o no la negamos, no obstante el matar por matar, o el matar en un contexto donde la muerte no es necesaria, debiera evitarse. Toda muerte ha de tener su motivo, una muerte inútil, si bien en una especie como la humana pasa ecológicamente desapercibida, no ha de tener lugar en especies con una reproducción deficiente salvo si esta no es útil a la nueva circunstancia.
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He allí el juego de la vida y de la muerte. He allí lo deóntico del vivir, del matar y del morir.