martes, octubre 31, 2006

Libertad y determinismo.

¿Somos realmente libres?... Conforme me he ido sumergiendo en las diversas teorías científicas que buscan socavar los misterios de la naturaleza en un intento aparentemente infinito de comprender la complejidad y vastedad de la realidad (la nuestra), me han ido surgiendo innumerables interrogantes e inquietudes. Una de ellas se refiere a nuestro concepto consensuado de libertad.
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Interpretación de Everett
Una de las interpretaciones más controvertidas de la teoría cuántica es la que se conoce como la interpretación de los mundos múltiples de Hugh Everett III (MWI por sus siglas en inglés), de la que todos los aficionados a la literatura o al cine de ciencia ficción hemos oído hablar alguna vez. ¿Pero qué es esta interpretación y qué está interpretando? Partiré desarrollando la segunda de estas interrogantes para finalmente aclarar qué tiene que ver la MWI con la libertad humana.
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Primeramente esta interpretación hace alusión a dos principios cuánticos ampliamente demostrados experimentalmente, los cuales son el Principio de Incertidumbre (de Werner Heisenberg) y el Principio de Superposición de estados cuánticos. El primero de ellos nos dice que es imposible conocer simultáneamente la posición y el momento lineal (cantidad equivalente a la multiplicación de la masa por la velocidad) de una partícula en movimiento (ambas cantidades calculables mediante funciones de onda: a nivel cuántico las partículas se comportan como ondas), por lo que se debe optar por medir uno u otro valor. El segundo principio afirma que las partículas pueden tener simultáneamente dos o más valores para una misma cantidad observable, y al momento de medir dicha cantidad, la función de onda "colapsa" aleatoriamente hacia uno u otro valor. (Para ilustrar este principio en donde coexisten dos o más estados podéis buscar en la web la paradoja conocida como "el gato de Shrödinger").
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Entonces surge la interpretación de Everett: Es posible que mientras la función de onda de una partícula colapsa hacia tal o cual valor o estado de la superposición, también colapse hacia otro valor o estado para un observador paralelo; de la misma manera, mientras una partícula nos dice su momento, a un observador paralelo le manifiesta su posición. Básicamente Everett propuso que existen infinitos universos paralelos en los que ocurren los eventos que aquí no ocurrieron. Eso nos abre nuevas puertas teóricas.
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Libertad como fenómeno determinista
¿Qué ocurre entonces con la libertad? Si yo, sujeto libre, decido ir hacia la izquierda, mis partículas "colapsan" en tal sentido y por ello en este universo me muevo hacia la izquierda. Asimismo y de manera simultánea mis partículas colapsan hacia la derecha en un universo paralelo (en las mismas coordenadas espacio-temporales). De lo anterior se infiere que somos una superposición de realidades y que toda decisión que yo tome tendrá su opuesta en una realidad paralela. ¿Qué consecuencias tiene lo anterior? Si yo decido en dos realidades diferentes dos sentidos de movimiento divergentes entre sí (izquierda en Universo A, derecha en Universo B), estoy necesariamente creando dos líneas históricas (siguiendo el principio lógico de causalidad) en el que todos los eventos de A sucederán a partir de mi desplazamiento hacia la izquierda y serán independientes y distintos de B, en donde me desplacé hacia la derecha, aunque compartan eventos comunes o coordenadas temporales coincidentes (pasado). Luego existen infinitos universos en donde todo es posible (sino aquí, allá sí), y estoy, por las leyes de la física, obligado a tomar todas las decisiones posibles frente a una misma disyuntiva, pues existo en múltiples universos. Entonces... ¡No soy libre! Siempre escogeré todas las posibilidades generando todo un complejo de infinitas historias personales. Ahora, no sólo ocurre conmigo, sino con todos los sistemas físicos formados por partículas en estado superpuesto; por lo mismo existen infinitos tipos de civilizaciones, formas vivas y acontecimientos cósmicos en un mismo segmento de espacio-tiempo.
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Todo lo anterior se resume en lo siguiente: Cada evento que sucede en cada línea histórica está determinado por el colapso específico de un número grandísimo de partículas que crean las distintas realidades de los distintos universos, y que colapsarán en todos los estados posibles en infinitas combinaciones e infinitas realidades, por lo que absolutamente todo está determinado a ocurrir de todas las maneras posibles en todos los segmentos espacio-temporales posibles. La libertad es un fenómeno psicológico que de pronto se ve transformado en ilusión, ya que aparentemente todos y cada uno de los sistemas vivos, conscientes e inconscientes, están determinados a realizar todo lo que las leyes físicas les permiten experimentar y hacer en las distintas realidades.
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No obstante hay un detalle importante: Si bien la libertad se muestra como un fenómeno determinista en el Multi-Universo de Everett, en la superposición de realidades posibles, es el ego quien conducirá hacia una u otra posibilidad al sujeto físico, pues, y aunque lo decide absolutamente todo en realidades diferentes superpuestas, su estado psicológico colapsa o a la izquierda o a la derecha. La libertad es un fenómeno determinista, pero no por ello pierde su propiedad fundamental: Permitirnos ser nosotros quienes escogemos en qué dirección caminar y qué camino (línea temporal) seguir (aunque sea una mera ilusión).
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Fuentes no explícitamente citadas
Wikipedia (en español): Superposición cuántica
Wikipedia (en inglés): Many-worlds interpretation

miércoles, septiembre 27, 2006

Lo bello de vivir.

Me he referido en ocasión pasada al aspecto deontológico de la vida; ahora, superficial y brevemente, tocaré lo que hace alusión a su aspecto estético.
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Pero, ¿qué es la belleza?, ¿tiene alguna connotación objetiva?, ¿es necesaria?: La belleza, bajo mi punto de vista, es la correcta asociación de los elementos constituyentes de un algo que sea reconocido, por nuestra mente, como unidad. Es así como, por ejemplo, encontraremos hermoso o bello a un ave en vuelo o a un ser humano, y en cambio no nos parecerá bello (o tan bello) aquello mismo por separado; vale decir, un ala por sí sola es menos hermosa que el ave a la que "pertenece". Así también, no nos agradará observar tejido nervioso separado del cuerpo humano que se mueve e interactúa. Lo bello es, luego, la unidad correctamente organizada.
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Una propiedad de la belleza (talvez la razón por la cual la selección natural permitió que hoy la tengamos incorporada en nuestra cabeza) es que, al ser una asociación correcta de elementos, es la representación observable del factor salud. Entre más saludable sea un ser viviente, más bello lo debieramos encontrar. Si es saludable también será funcional, y la funcionalidad representa utilidad para quien lleva la función. Luego, la belleza como aquello que representa la función saludable y/o utilidad, es necesaria para dar a entender a otros seres vivientes (nuestros pares, nuestros depredadores) que somos útiles, saludables o, por lo menos, funcionales. Ahora, ¿con qué criterio juzgamos lo bello, o lo correctamente organizado?, seguramente nuestro juicio con respecto a qué es bello y qué no lo es estará fundado sobre algún mínimo componente genético (todos los seres humanos juzgamos lo más bello, o lo más saludable: sabemos diferenciar entre una fruta de vivos colores y un pez en descomposición), y ciertamente alguna vez estuvo sujeto a una naturaleza instintiva; mas, lo más seguro es que sea producto, en su mayoría, de la estimulación ambiental (configuración de la mente durante la niñez, experiencias, emocionabilidad, conocimientos, cultura). Luego, es poco objetivo, y pudiera corresponderse con el "sentido común".
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Ahora, ¿es bello vivir? Vivir será una acción "bella" siempre y cuando aquel verbo signifique buena salud, funcionalidad y utilidad (por lo menos para uno mismo). Por tanto, trasladándonos al sistema vivo de mayor extensión, la biosfera de la Tierra, nos es posible afirmar que ciertamente hay belleza en la vida, pues ésta, se observa holísticamente saludable.

miércoles, agosto 16, 2006

¿Qué somos?

Vale la pena el preguntarnos qué somos, mas sobre todo, preguntárnoslo desde diversos niveles en la configuración material de nuestro ser; ya en niveles menos materiales cabrá hacer la pregunta ¿quiénes somos?, respuesta que podéis encontrar desarrollada en "El ego: medio de su propia supervivencia" y en otras entradas de este blog (tales como "Mutabilidad esencial y ser humano" o "Bioética utilitarista", incluyéndose en ésta aspectos sobre qué somos biológicamente).
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¿Qué somos físicamente?
Desde el punto de vista estrictamente físico somos materia; ¿qué es entonces materia?, según la física clásica materia es aquello de lo que están formados los cuerpos que ocupan un lugar en el espacio (dimensiones espaciales, 1ª, 2ª y 3ª) y poseen masa. Según interpretaciones de la ecuación de Einstein [E = m · c2], que relaciona energía con masa, materia es energía superconcentrada. Tomaré como referencia este último punto.
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¿Qué es energía superconcentrada? Energía superconcentrada significa que energía en reposo se encuentra ubicada en un mismo punto muy concentrado, de tal manera que puede manifestarse como un paquete energético mensurable (quantum, en español cuanto), o como una partícula con masa definida. Predicciones matemáticas sugieren que esta energía se mantendría "retenida" en puntos estables gracias a hipotéticas partículas llamadas bosones de Higgs (que conformarían el Campo de Higgs), las que según teorías dimensionales no serían otra cosa que vacío vibratorio capaz de formar membranas retensoras, rodeando los susodichos puntos de energía y transformándolos en masas definidas.
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Teniendo ya partículas con masa por un lado, (hablaremos de fermiones como los quarks o los leptones, éstos electrones, muones, tauones y neutrinos; o de bosones como los bosones W y Z), y paquetes de energía (cuantos) por el otro (bosones como los fotones o los gluones), pueden éstos organizarse. Formando hadrones (grupos de quarks) de quarks up y quarks down, por medio de gluones, portadores de la interacción nuclear fuerte, podemos obtener protones y neutrones (bariones), que se mantendrán juntos gracias a los gluones y a los bosones W y Z, portadores de la interacción nuclear débil. Además, mediante fotones (cuantos de luz), portadores de la interacción electromagnética, podemos establecer atracción entre protones (+) y leptones de carga equivalente opuesta (-), vale decir electrones y formar de esta manera al sistema átomo, que, al igual que el antiátomo, es la partícula base de la materia bariónica (materia ordinaria y antimateria).
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En síntesis, ¿qué somos físicamente? Somos materia bariónica ordinaria, una manifestación física de energía superconcentrada retenida por membranas de vacío vibratorio, altamente organizada en fermiones y bosones portadores de fuerzas de interacción que en su conjunto forman sistemas atómicos de núcleo positivo, los cuales seguirán organizándose ahora químicamente.
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¿Qué somos químicamente?
Pues bien, químicamente no somos más que desechos estelares formados a partir de la conversión de núcleos atómicos simples en pesados y disgregación de los últimos en otros livianos por medio de fusión y fisión nuclear, realizadas hace miles de millones de años en núcleos de estrellas ya extintas.
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De esta manera somos en gran parte oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno, algo de calcio, fósoforo, potasio, azufre, sodio, cloro, magnesio, yodo y hierro, más trazas insignificantes de oligoelementos como aluminio, boro, cromo, cobalto, cobre, estaño, fluor, manganeso, molibdeno, selenio, silicio, vanadio y zinc (fuente: http://www.iqb.es/cbasicas/fisio/cap03/elemento.htm), que han formado estructuras moleculares simples y complejas (cabe mencionar agua, gases diatómicos, gases orgánicos, ácidos simples, lípidos, proteínas, glúcidos, lipoproteínas, glucoproteínas, ácidos nucleicos, trazas de compuestos metálicos y minerales) los que se han ido organizando y cohesionando unos con otros en complejas relaciones durante millones de años. La gran gracia de esta química es que el resultado final es la vida.
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¿Qué somos biológicamente?
La circunstancia vida, la biosfera, se forma gracias a que biomoléculas se tornan en linajes biontes que sobreviven, se automantienen, autorregulan y autorrenuevan conforme se reproducen y adaptan a diferentes condiciones, generando interrelaciones que evitan temporalmente su caída en entropía (lo cual implica gasto energético). Es así como los seres vivos evolucionarán y se diversificarán.
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Si bien nuestra unidad básica como organismos vivos es la célula, somos diferentes celularmente de otros organismos, tanto por estructuras propias, como por funciones bioquímicas particulares. Aún así compartimos características bioquímicas, celulares, histológicas y fisiológicas generales con millones de organismos alrededor de la Tierra (pues compartimos ancestros comunes). Tomando en cuenta la filogenética de nuestra especie, y la clasificación taxonómica que le corresponde, podemos situarnos dentro de la biosfera como un conjunto perteneciente al dominio Eukaryota, por lo que provenimos de una célula con núcleo diferenciado o separado por una doble membrana del citoplasma celular; del reino Animalia o Metazoa, siendo organismos pluricelulares heterótrofos capaces de desplazarnos por nosotros mismos, del subreino Eumetazoa, con diferenciación de tejidos y órganos, bilaterios (de simetría bilateral), celomados, animales triblásticos (nuestros embriones presentan tres blastos o tejidos fundamentales, endoblasto, mesoblasto y ectoblasto) que poseemos celoma, o membrana que separa nuestros órganos internos de las capas musculares superiores; del superfilo Deuterostomia (con tubo digestivo que presenta estomodeo, boca, y proctodeo, ano), del filo Chordata.
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Ser cordados (presentamos una cuerda dorsal o notocordio durante nuestra etapa embrionaria, que será la base en donde se asentará el tubo neural, origen del sistema nervioso central) nos da la ventaja de ser de mayor tamaño y manejarnos mejor en nuestro hábitat, pues nuestras extremidades están alejadas de nuestro centro de mandos, el encéfalo o cabeza; además poseemos un escudo óseo que protege este encéfalo (somos Craniata), y una serie de placas óseas (vertebras) que a su vez protegen nuestra médula, es decir, somos organismos del subfilo Vertebrata. Por lo demás poseemos, gracias a nuestros ancestros peces, mandíbulas articuladas (somos del infrafilo Gnathostomata), por nuestros ancestros anfibios cuatro extremidades (superclase Tetrapoda); y por los reptiles somos amniotas (nuestros embriones presentan amnios protectores). Finalmente llegamos a que somos vertebrados homeotermos cubiertos de pelo, con la característica de que poseemos glándulas mamarias. Luego somos de la clase Mammalia, mamíferos.
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Como mamíferos placentarios pertenecemos a la subclase Theria, de desarrollo completo en el útero de nuestra madre (infraclase Eutheria), del superorden Euarchonta y del orden Primata. Le sigue el suborden Haplorrhini (de ancestros simios de "nariz simple"), infraorden Catarrhini (vale decir, simios de "nariz hacia abajo"), superfamilia Hominoidea, y de la familia de los homínidos (Hominidae), caracterizados por un desplazamiento bipedal. Es así como llegamos al género Homo, con un genoma que es herencia de millones de años de constante adaptación y cambio -el genoma de la especie Homo sapiens-, que se caracteriza por expresarse en una fisiología cerebral muy desarrollada que permite la abstracción, el lenguaje, las matemáticas, la conciencia social, cultural y política, la autoconciencia, la creatividad, la imaginación, emocionabilidad y sentimientos, espiritualidad, ciencia, arte y técnica.
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Entonces, ¿qué somos?
Somos materia bariónica ordinaria, organizada en complejas redes moleculares que antaño se organizaron, mantuvieron y cambiaron, dando paso a una larga cadena evolutiva de la cual somos meros herederos. Luego, somos tan sólo el resultado (todavía no definitivo) de la interacción de nuestros componentes con las leyes que dan forma y rigen la realidad natural; somos los más recientes hijos del azar cuántico, noble gestor del destino cósmico.

lunes, julio 31, 2006

Lo deóntico de vivir.

Comentaré brevemente el porqué considero al hecho de vivir un deber para el que es parte de la circunstancia vida.
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La vida, por el hecho de ser un evento circunstancial aislado, de una extensión material infinitesimal en el vasto Universo conocido, posee un carácter de circunstancia de poca o nula probabilidad de volver a repetirse tal y como se le conoce por causa natural. Aquel individuo que se configura como miembro de un linaje bionte, por ser único en su estructura y organización material, tiene el deber biológico de reproducir lo más fielmente su genoma y de hacer lo que esté a su alcance para evitar que su circunstancia taxonómica y sistemática particular perezca, además de ocupar lentamente los espacios o nichos ecológicos que aún no han sido dominados, que fueron desocupados o que todavía pueden tener cupo de dominio.
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Mas, el vivir no es el único deber biológico. El morir y el matar son necesarios para mantener los equilibrios poblacionales, los de relaciones presa-depredador, devolver la materia de los individuos al ambiente para que otros puedan utilizarla, y para seleccionar sólo a los que garantizan mayor probabilidad de extender la circunstancia. Por lo mismo, en el caso humano, si bien deontológicamente necesitamos vivir, expandir la vida y dominar, así también debemos darle la bienvenida a la muerte.
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Asimismo, un individuo humano que no desea cumplir con su deber biológico de estar y mantenerse vivo, si bien falta como individuo a su deber de vivir, puede justificarse en la colectividad, dependiendo si dicha población humana es o no suficiente como para mantener un número que garantice éxito reproductivo. Luego, si dicho individuo se quita la vida, no debería ser éticamente incorrecto y no estaría faltando a su circunstancia. El hecho de matar y/o matarse sería éticamente correcto desde una deontología biológica si en esa muerte garantizamos supervivencia o no la negamos, no obstante el matar por matar, o el matar en un contexto donde la muerte no es necesaria, debiera evitarse. Toda muerte ha de tener su motivo, una muerte inútil, si bien en una especie como la humana pasa ecológicamente desapercibida, no ha de tener lugar en especies con una reproducción deficiente salvo si esta no es útil a la nueva circunstancia.
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He allí el juego de la vida y de la muerte. He allí lo deóntico del vivir, del matar y del morir.

miércoles, junio 28, 2006

Circunstancia vida.

Bien sabemos o más bien asimilamos como cierto el hecho de que somos y existimos, mas, si bien somos entes autárquicos que poseemos la maravillosa facultad de gobernar sobre una parte de nosotros mismos, capaces de deliberar, razonar, abstraernos y proyectarnos, somos seres circunstanciales, limitados y rendidos ante una forma de existencia restringida, definida por las leyes que gobiernan y moldean el mundo del cual -de un día para otro- comenzamos a formar parte, y del que del mismo modo dejaremos de hacerlo. Luego, somos esclavos de una -la nuestra- efímera circunstancia.
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Dicha circunstancia intrigante, fascinante, que nos limita a ser lo que somos -por consiguiente a no ser lo que no somos-, es conocida como la circunstancia vida, y lo paradógico es que si bien esclavos de aquélla (nacidos condenados a morir cuando ya no seamos funcionales), hemos aprendido poco a poco a dominarla, utilizando las herramientas que nos ha ido acoplando azarosamente en nuestro genoma como fruto de su relativa selectividad. Somos lo que la circunstancia vida nos ha hecho, y si lo somos es o porque simplemente lo somos, o porque talvez debemos serlo. (Nota: En algún otro momento me referiré al carácter deontológico de la circunstancia vida).
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Ahora, el devenir puede ser construido conforme dominamos nuestra circunstancia, conforme la conocemos y la aprovechamos. Como esclavos -favorecidos- de la circunstancia vida, pudiéramos seguir dos sendas de evolución: La primera, intentar poco a poco independizarnos de dicha circunstancia (y ya hemos comenzado a hacerlo al constituirnos como un linaje con dominio consciente y poderoso), hasta el punto de no depender más que de nosotros mismos para ser y para existir; la segunda, ser fieles a aquélla, extender su dominio más allá de lo que podría por sí sola, y al hacerlo aumentar nuestro dominio propio, pues somos parte de ésta. Si lográramos independizarnos del hecho de estar vivos, pero aún así seguir siendo y existiendo, es porque habríamos seguido la primera senda; si por otra parte lográramos llevar y controlar la vida hacia y en otros mundos, hacerlos habitables, extender la longevidad de un linaje, o aumentar la funcionalidad de ciertas formas vivas, estaríamos -estamos- siguiendo la segunda. Es de comprender que podemos seguir ambos caminos en tiempos diferentes.

viernes, mayo 05, 2006

Bioética utilitarista.

Saludos, considerando que ya poseo ideas y juicios claros al respecto, he decidido que es hora de que dé a conocer mi opinión acerca de temas de índole filosófico-biológico, pues como aclaro en mi perfil, me agradan las ciencias experimentales, en especial las biológicas. De hecho, en aquel campo deseo realizarme y trascender, en lo particular, en la biología celular, la molecular, o las neurociencias. Pero siendo coherente con el título "Bioética utilitarista", dejaré mi discurso subjetivo de lado y comenzaré con mi visión objetiva de lo que considero puntualmente necesario publicar, mis planteamientos sobre en qué momento comienza una vida humana, y con qué respeto merece ser tratada.
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Comienzo de la vida humana
En primera instancia, sobre la cuestión acerca de en qué momento comienza una vida humana, cabe rescatar -para utilizarlas posteriormente-, mis palabras sobre lo que es el ser humano: "Podemos afirmar que el ser humano, que se identifica a sí mismo como un sujeto inherente a una mente determinada, [...] es ser circunstancial, formado por la unión inseparable de su ser esencial con su medio orgánico llamado cuerpo". Eso desde el punto de vista ontológico; ahora, desde el punto de vista biológico, un humano es cualquier individuo que presente en el núcleo de su/s célula/s, una propuesta biológica llamada genoma humano. Es así como podemos llamar individuo humano tanto a un anciano, como a un niño, como a un inválido, como a un atleta, como a un embrión humano. Luego, la vida humana comienza claramente en la unión del material genético de los gametos masculino y femenino, en la formación del cigoto.
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Diferencias conceptuales
Como podéis haber notado, he hecho una pequeña diferencia conceptual en lo anteriormente enunciado, refiriéndome a ser humano desde la ontología, y a individuo humano, como es más correcto llamarlo, desde la biología. Además haré una subdivisión al concepto de individuo humano, entre organismo humano, refiriéndome al individuo con genoma humano que presenta tejidos y órganos diferenciados, y pro-organismo humano, refiriéndome al individuo con genoma humano que todavía no presenta diferenciación de tejidos.
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Es así como podemos decir que un cigoto es una vida humana, un individuo humano, pero no un organismo humano -lo de si es o no ser humano, lo discutiremos más adelante-, por lo que sería entonces un pro-organismo humano, aunque también podemos referirnos a él como individuo humano monocelular o pro-organismo humano emergente u original. Un embrión en sus primeras etapas también será un pro-organismo humano (algunos bioeticistas le llaman preembrión, lo que considero un concepto inapropiado), o también un pro-organismo humano pluricelular, conjunto celular humano o acoplamiento celular totipotencial humano, debido a la cualidad que tienen las células que lo componen de convertirse en cualquier tipo de célula humana.
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Luego, un embrión humano con diferenciación celular será ya un organismo humano emergente, y un embrión con diferenciación de tejidos un organismo humano temprano.
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Ahora frente a la cuestión de si es o no ser humano, para ser ser humano es necesaria, desde mi teoría de la mutabilidad esencial, la presencia de un principio esencial y un medio. Dijimos que el principio esencial es aún un factor desconocido, que el medio es el cuerpo orgánico, y que la expresión de aquéllo es el ser circunstancial que denominamos mente. Luego, como dije unos párrafos atrás, el ser humano tal y como se conoce y reconoce a sí mismo y a los demás, es un sujeto inherente a una mente, y por tanto, un medio orgánico que no presenta las circunstancias que propician el desarrollo de una mente ni la sostienen (en este caso, un medio orgánico carente de un (sub)sistema nervioso coherente al ser circunstancial mente) no tendrá tampoco la posibilidad de cumplir el fin de ese principio esencial, fundamento de su recta esencial, y éste -el principio esencial- rechazará al medio hasta que no se cumplan dichas circunstancias que permiten la existencia de aquel ser circunstancial, el ser humano. De esto se colige que un individuo humano pro-organismo humano no es un ser humano, pues no presenta aún diferenciación de tejidos, y por tanto no presenta un (sub)sistema nervioso apto para que se exprese una mente que lo haga acreedor de la calificación de ser humano. En cambio, un organismo humano emergente ya será digno de ser calificado como un ser humano emergente, y un organismo humano temprano será a su vez digno de ser calificado como ser humano temprano.
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Bioética utilitarista
Luego, ¿con qué respeto merece ser tratada la vida humana en sus diferentes etapas? Esta pregunta ve reflejada respuestas diferentes en las diversas corrientes de la bioética. No haré alusión a ellas, ya que son fácilmente halladas en una búsqueda sistemática en la web. Sin embargo, mencionaré la bioética utilitarista, que representa muchos puntos comunes con mi propia visión ética aplicada a la biología. Es así como frente a dicha pregunta puedo concluir que, tanto cigoto como embrión sin diferenciación celular, por no presentar las condiciones básicas para ser calificados como seres humanos, y por lo mismo como sujetos, pueden ser utilizados como objetos vivos, como se utilizan microorganismos procariontes para la elaboración de algunas bacunas o para la transmisión de un gen o producto de éste (enzima, hormona, proteína) a organismos eucariontes, o como se utilizan células humanas somáticas para la investigación biomédica. Además representan un digno objeto de estudio en las prometedoras líneas investigativas que trabajan con células madre, tanto somáticas adultas como embrionarias. Con respecto al trato y respeto con que merecen ser tratados, el fin de un embrión sin diferenciación, como el de todo ser vivo, es mantenerse vivo y reproducir su línea genética, además de, en el caso particular de dicho embrión, diferenciar sus células. Esto puede perfectamente cumplirlo tanto convirtiéndose en un organismo humano, como formando parte de un órgano humano adulto, en el caso de la clonación terapéutica, por lo mismo no estaríamos atentando contra ellos al reproducirlos y diferenciarlos en un órgano creado in vitro. Por otra parte, con respecto a la situación ética que conlleva trabajar con embriones, ¿no es acaso más éticamente cuestionable el hecho de no ayudar a los seres humanos que sufren o sufrirán -que poseen sistema nervioso y por tanto perciben y sienten, y la mayoría tiene conciencia de sí mismos y de su dolor-, que causar la muerte de unos cuantos embriones sin diferenciación para intentar descubrir métodos que alivien dicho sufrimiento, tomando en cuenta que aquellos embriones no sienten nada por no poseer diferenciación nerviosa? Acabo luego respondiéndome por un lado que los embriones sin diferenciación toti y multipotenciales debieran ser utilizados para la investigación, y por otro lado, que hay temas de las ciencias biológicas y de otras ciencias relacionadas más cuestionables que la utilización de embriones en sus líneas investigativas, como son la experimentación con animales, la eutanasia (que considero un derecho), la posible creación de armas biológicas por parte de algunos gobiernos, o en el caso de las compañías farmacéuticas, lo cuestionable que resulta el lucro en la elaboración y comercialización de ciertos fármacos.

lunes, abril 24, 2006

Opinión sobre el mundo.

Para los que gozan de perspectivas elevadas, las actividades mundanas que no poseen un fin digno del soñador, del artista o del pensador, no sólo ensucian por dentro y por fuera a sus espíritus pulcros, además les humillan, les llenan de vicio y vacío, y les hunden en la soledad de aquel que habla al gentío anónimo.

-Leyton Rossi

sábado, abril 08, 2006

Ideas independientes.

A lo largo de la historia humana ha existido escasez de mentes plenas: Muchas han buscado en vano ser felices.
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Hay innumerables motivos por los que vivir, mas muy pocas o nulas razones para no morir.

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La mayoría de los mortales se refugian en la vida, pues le temen a la muerte, es algo por lo demás natural y predecible; la mayoría intenta amar a la vida, esquivando con la mirada la muerte, mas su amor parcial y ciego estropea a la primera. Ego amo la vida y amo la muerte, aquélla que es la encargada de renovar a lo vivo y mantener los equilibrios naturales. Ego deseo mi vida transite con significado y luego se extinga, cuando ya no se sirva a sí misma.

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Mi vida es algo pasajero, transitorio y breve, mi felicidad no significa nada para mi especie y mi linaje, y tras la muerte propia prosigue la vida de otros ininterrumpidamente, ¿de qué sirve disfrutarla insanamente?, ¿para qué malgastarla en disfrutes vanos? ¿Por qué no mejor gozar ampliando los dominios del linaje humano, para así darles herramientas útiles a los que seguirán por miles de años llevando nuestros genes y recordando nuestros nombres?

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Ser feliz es resaltar el tránsito abyecto del infeliz, ¿cómo ser feliz sabiendo que existe en algún lugar la desdicha? Ser desdichado por el llanto ajeno es una pérdida de tiempo y un gasto inútil de recursos valiosos. ¿Qué ser entonces, feliz o desdichado? Indiferente. Indiferente a la desdicha del otro, pero piadoso con el mismo al evitar la dicha propia. Por lo demás, existen todavía asuntos más importantes que la dicha o la desdicha.

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Cuando ya acaecido sea mi tránsito y mi aniquilamiento, y se hable con gloria de mi presente futuro como algo pretérito, ego encontraré una forma distinta de plenitud que muchos buscan en vida y no hallan, su nombre es trascendencia.

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Nótese que en las ideas que acabo de presentar existe una clara influencia nietzscheniana. Aún así separo la realidad ego, dependiente de la mente y de la que ya dije en "El ego: medio de su propia supervivencia" se extingue por ser "eventual" o "circunstancial", de la realidad esencial que pudiera existir en el ser humano y que tal como he recalcado en otras ocasiones, permanece independiente del medio.

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(Si hais de tomar mis palabras como bibliografía -cosa que dudo-, favor de presentarme como "Leyton Rossi", y de anotar el título de la entrada y la URL del blog: http://filoeljoven.blogspot.com/)


miércoles, marzo 01, 2006

El ego: medio de su propia supervivencia.

Dadas ya por concluidas mis reflexiones ontológicas, referidas a las realidades esenciales, quisiera continuar la línea de razonamientos antropológicos que di por iniciada en "Mutabilidad esencial y ser humano" ya no desde una exposición puramente ontológica y de trascendencia esencial, sino desde una perspectiva más materialista y de extinción del “uno mismo”, dejando de lado al ser esencial y concentrándonos en el ser circunstancial llamado ser humano.
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El ego
Dijimos en "Mutabilidad esencial y ser humano" que la mente "está determinada por las condiciones nacidas de las realidades tangibles" y que "posee las propiedades de un ser circunstancial", a lo que agregaremos que es un proceso complejo y hermético formado por varios estratos, que se da en un sustrato vivo adecuado a contextos físico-químicos específicos. De entre sus componentes más antiguos surgen nuevas herramientas que permiten a la mente entender tanto la realidad tangible como la esencial, y penetrar hasta lo más profundo de lo cognoscible, siendo cada una de estas herramientas productos impredecibles de la evolución material humana.
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Uno de estos últimos avances ha sido la fascinante capacidad de expresar y de compartir por medio de fonemas y palabras lo aprehendido o conocido, y la de llevar lo hablado a lo representado por símbolos, el lenguaje escrito. Luego, la evolución del lenguaje no sólo ha producido avances en el ámbito de la intercomunicación humana, además es la causa que dio origen a una de las más valiosas herramientas verbales que posee el ser humano, la razón, que nos ayuda a separar en ideas las diferentes realidades, visualizarlas en la mente de manera abstracta, y luego comprenderlas mediante procesos lógicos relacionales. El hecho de poder escribir los razonamientos y de trabajar sobre las ideas de otros nos ha otorgado ventajas inimaginables que han conllevado finalmente a conquistar nuestro mundo –al punto de llegar a volverlo inestable– al entenderlo en su mayoría y modificarlo en sus propias leyes.
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Mas la razón no fue la única resulta del lenguaje: la conciencia verbal que nos otorgó nos condujo a la autoconciencia, y al desarrollo del ego. El ego en el mismo instante de su nacimiento tuvo una clara función en la supervivencia temprana del ser humano, ya que le permitió deliberar lo que era bueno o mejor para sí mismo y así elegir de entre las distintas posibilidades la que le conduciría a su propio éxito como individuo y a mantener vivo su linaje. Ulteriormente con el surgimiento de la técnica que permitió a grupos humanos despreocuparse de sus menesteres básicos, el ego se transformó en un ser con voluntad y se consideró dueño de sí mismo, buscando ahora no sólo tener éxito en la antes difícil tarea de estar vivo –ahora fácil–, sino que en nuevas causas que determinarían el quehacer del humano civilizado y que en su conjunto conformarían parte importante de la llamada evolución cultural; de esta manera la trascendencia, la libertad, el poder, la gloria, la justicia, la verdad, la felicidad, el amor, el placer, el progreso, etcétera, son causas que impulsan al ego.
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Sin embargo ese ego se extingue en el momento de la muerte corporal, pues, al ser parte de un ser circunstancial –es decir, de la mente– se da sólo bajo ciertos eventos que no se mantienen en el tiempo y que finalmente no son aptos para satisfacer el o los fines del principio que le dio origen, por ello es meramente funcional. Por lo demás la experiencia humana en su totalidad también es circunstancial y relativamente funcional; y si nos detenemos a pensar en las causas que motivan a los distintos egos del mundo nos daremos cuenta de que si no todas, la mayoría, son complejas interrelaciones químicas en el cerebro que nos impulsan a satisfacer una necesidad de la supervivencia (la nuestra). La trascendencia –hablo de la histórica– por ejemplo, es un afán que nos guía a hacer algo por la humanidad y así sobrevivir en el colectivo una vez nos extingamos; la libertad es nuestro impulso natural de ser nuestros propios dueños, así como el deseo de poder aquella exageración de la necesidad básica de dominar la mayor cantidad de posibilidades para no perecer; la gloria es una forma de trascendencia. El hecho de la justicia es la reacción natural al querer un trato digno y respetuoso de nuestra integridad y de la integridad de lo que estimamos necesario en la misma manera en que nosotros respetamos a otros egos, y la venganza o castigo que surge de la justicia es la medida natural para destruir una fuente de conflicto que ponga en peligro aquella integridad (que puede ser la sociedad entera, las leyes, la economía, las costumbres o un solo individuo). La verdad y su búsqueda nos permiten concentrar nuestras miradas en el entender cómo funcionan nuestros contextos y es natural que les queramos poseer debido a que con ella –con la verdad, utopía siempre parcial– existe un mayor dominio de las posibilidades que garantizan supervivencia. La felicidad, el amor y el placer, incluidos dentro del amor a la amistad y al apego, y tomando en cuenta sólo sus efectos benignos, nos garantizan estabilidad emocional y más motivos por los que seguir vivos; finalmente el progreso es el impulso de la humanidad completa para mejorar su propio presente y garantizar un mejor y mayor dominio del porvenir.
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En definitiva todas nuestras ilusiones, pasiones, sentimientos y emociones tienen una explicación química coherente con la supervivencia de nuestro linaje, y son sólo eso, química, interacciones menores materia–energía (visión materialista–mecanicista) que producen resultados deseables para la supervivencia orgánica y del "uno mismo", del patrimonio genético de la especie, y de su patrimonio histórico. Mas no somos más que eso. Luego somos funciones. En la visión materialista somos medios de nuestra propia supervivencia, y si el ego es consecuencia de lo material, y en la mutabilidad esencial lo material es medio de lo esencial, de ninguna manera podemos afirmar que seamos principios o fines.